Covid-19: un nuevo estresor irrumpe en nuestras vidas

Se define como estresor todo agente nocivo para el equilibrio interno de un organismo.

El estrés es un fenómeno complejo en el que intervienen estímulos, respuestas y procesos psicológicos diversos que median entre ambos. Llamamos eustrés cuando la respuesta es saludable y llamamos distrés cuando nos ocasiona un perjuicio en la salud. El estrés puede estar asociado tanto a estímulos agradables, por ejemplo recibir un premio o un ascenso en el trabajo, como desagradables, en este caso el covid-19 un nuevo virus al que todavía no sabemos cómo vencer. Cuando percibimos que no disponemos de los recursos necesarios para afrontar los estímulos estresores aparece el estrés.

Estresores internos y externos

Los estresores pueden ser tanto externos como internos. Podemos considerar el covid-19 como un estresor externo. Si queremos tener una medida ajustada del nivel o grado de estrés que podemos desarrollar tenemos que tener en cuenta también, los estresores internos. Estos, serían consecuencia de la interpretación cognitiva de cada individuo, es decir la percepción (a través de los sentidos), la atención (tomar consciencia del estímulo), la memoria (registro de información), el aprendizaje (experiencia), la emoción (respuesta afectiva intensa) que la persona les asigna. Los estresores se pueden diferenciar por su intensidad, duración y naturaleza del estímulo. Además, dos factores relevantes en la respuesta a los estresores son la imprevisibilidad, es decir, no poder anticiparnos a su aparición o finalización y la ausencia de control, no poder disminuir su intensidad o frecuencia.

El impacto de las situaciones de estrés es mayor en aquellas circunstancias imprevisibles y sobre las que el sujeto tiene poco control.

El organismo se activa ante una fuente de estrés

Según el fisiólogo Hans Selye, si la activación persiste, aparecerá el síndrome de estrés o síndrome general de adaptación que consta de tres fases.

Fase de alarma: el organismo moviliza sus recursos. Es una respuesta fisiológica a la amenaza. La aparición de síntomas en esta fase está influida por factores del estímulo, del individuo, del grado de amenaza percibido, el grado de control sobre el estímulo o la presencia de otros estímulos ambientales que influyen sobre la situación. Se resuelve al afrontarla o huir de ella. Si no se resuelve pasamos a la siguiente fase.

Fase de resistencia: se produce cuanto se mantiene en el tiempo el estado de alarma, adaptación al estresor. En esta fase se ponen en marcha un conjunto de factores fisiológicos, cognitivos, emocionales y comportamentales destinados a hacer frente a la situación de estrés de la manera menos lesiva para la persona. adaptación al estresor. Aparecen síntomas como alteración del sueño, irritabilidad, cambios de humor, fatiga, dolores de cabeza, contracturas musculares, estado de ansiedad, sensación de fracaso, bajo ánimo. Si esta fase fracasa pasamos a la tercera fase.

Fase de agotamiento: en esta fase los recursos se agotan y reaparecen los síntomas de la fase de alarma. Acaba por debilitar el organismo afectando a su sistema inmune aumentando la frecuencia cardíaca, tensión arterial, produciéndose crisis de pánico, dolores intestinales etc.

Diferenciar entre el estrés agudo y el crónico

El estrés agudo es un tipo de estrés a corto plazo, estimulante pero agotador. Este tipo de estrés es de corta duración. Surge de las exigencias y presiones del pasado reciente y de las exigencias y presiones anticipadas del futuro cercano. Puede producir asma, urticaria, diferentes tipos de dolor, síntomas gastrointestinales, ataques de pánico, ligera ansiedad, sentimientos depresivos y episodios psicóticos. El estrés crónico es el estrés a largo plazo, no tiene función adaptativa ni protectora y da lugar al desarrollo de patologías. Puede causar manifestaciones físicas, comportamentales más severas como ansiedad, depresión, trastornos metabólicos, trastornos cardiovasculares y trastornos del sueño.

Para poder manejarnos con el estrés tenemos que poner en marcha estrategias de afrontamiento, es decir, esfuerzos personales tanto cognitivos como comportamentales.

Estrategias de afrontamiento Lazarus y Folkman (1984)

Lazarus sugiere que ante una situación de estrés, en la respuesta del individuo hay que tener en cuenta tres aspectos. 1. La valoración que el individuo hace de los estresores. 2. Las emociones asociadas a la percepción del estresor. 3. El esfuerzo conductual y cognitivo realizado para afrontar dichos estresores.

Con la evaluación cognitiva, el sujeto determinará si el estimulo estresor es una amenaza real y si cuenta con los recursos para hacer frente a la situación. Lazarus y Folkman (1984), señalan que existen dos direcciones de afrontamiento. Afrontamiento centrado en la emoción, cuando el individuo se percata de que no puede hacer nada para modificar las condiciones amenazantes de su entorno, con lo cual emplea como estrategia el afrontamiento pasivo es decir, evitación, distanciamiento, minimización, negación, entre otras y afrontamiento activo dirigido al problema, el individuo evalúa las condiciones de su entorno como susceptibles de cambio y emplea estrategias activas resolución de problemas como planificación, generar alternativas, toma de decisiones. Un afrontamiento activo estaría relacionado con la capacidad para regular estados emocionales negativos.

La manera en que se manifiesta el estrés es muy diferente en cada persona ante un mismo estresor. La autoeficacia es un factor protector del estrés, es el grado en el que los individuos creen que pueden determinar o modificar las demandas del entorno. Niveles altos de autoeficacia generarían niveles más bajos de malestar psicológico y aumentarían los esfuerzos del individuo para afrontar el estrés.

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