Vistos en la gran pantalla los personajes excéntricos, inadaptados, dramáticos, emotivos, ansiosos, inestables, dependientes etc. nos resultan atractivos e interesantes. Nos podemos sentir identificados o atraídos por su peculiar comportamiento. Sin embargo, en la vida real tendemos a rechazarlos o aislarlos.

Algunos conceptos

Distingamos primero:

Temperamento: Cuando hablamos de temperamento nos referimos al mundo afectivo que rige las relaciones del individuo con el exterior. Se basa en la herencia biológica que hemos recibido. Por ejemplo, el temperamento melancólico o colérico se basa en procesos bioquímicos muchas veces hereditarios.

Carácter: Según Santos (2004), es el sello que nos identifica y diferencia de nuestros semejantes, producto del aprendizaje social. Hábitos adquiridos a lo largo de nuestra vida relacionados con la cultura, educación, familia, amistades, trabajo….

La unión de temperamento y carácter da lugar a una única estructura,

Personalidad: Según la definición de Millon (Millon y Davis 1988), concibe la personalidad como un patrón idiosincrático (propio, distintivo) de percibir, sentir, pensar, afrontar y comportarse de un individuo que implica un estilo coherente y estable.

Ampliando la definición de personalidad desde un punto de vista psicodinámico, Otto Kernberg (1928), psiquiatra y psicoanalista entiende la personalidad como un concepto global que incorpora aspectos del temperamento, del carácter, la identidad, la inteligencia y los valores éticos.

Kernberg, Propone los siguientes elementos estructurales como parte de la personalidad sana:

1. La identidad del yo: concepto integrado del sí mismo y de los otros significativos que se refleja en un sentido interno y una apariencia externa de coherencia. Una identidad integrada permite desarrollar los propios deseos y capacidades y mantener los compromisos a largo plazo. Una imagen integrada de los otros garantiza la capacidad de realizar evaluaciones acertadas de los demás, de empatizar y de depender de forma madura.

2. La fortaleza del yo: capacidad para el control del afecto y de los impulsos que provienen del interior de la misma persona capacidad que tiene el sujeto para manejarse en su vida con adaptabilidad, flexibilidad para enfrentar distintas situaciones y resolverlas. De la capacidad yoica dependen la consistencia, persistencia y creatividad en el ámbito laboral. Así como la capacidad de confianza, reciprocidad y compromiso en las relaciones interpersonales.

3. Un super-yo maduro e integrado: internalización estable de un conjunto de valores y normas sociales que se refleja en un sentido de responsabilidad personal, en una capacidad para la autocritica, y en la integridad y flexibilidad para el manejo de aspectos éticos.

4. Pulsiones agresivas y libidinales: un manejo adecuado y satisfactorio de los impulsos incluye la plena expansión de las necesidades sensuales y sexuales, integradas con la ternura y el compromiso emocional con otra persona. Así como un grado normal de idealización del otro y de la relación. Supone también la capacidad de sublimar (transformar impulsos instintivos en actos más aceptados desde el punto de vista social o moral) los impulsos agresivos en forma de una asertividad personal, con el fin de protegerse de los ataques de los demás, sin tener una reacción excesiva y sin encauzar la agresión a uno mismo.

No es fácil identificar si nuestra personalidad nos ocasiona problemas porque es la que hemos tenido desde que somos conscientes de ella, es dónde nos reconocemos y para nosotros está bien. De hecho solemos reafirmarnos incluso más en ella, ignorando a los otros y valorando que son ellos los que están equivocados.

Cuando nuestras relaciones no fluyen, cuando nos sentimos aislados, incomprendidos, cuando la frustración aparece una y otra vez y sentimos que no encajamos, puede que sea cuestión de personalidad.

Según Kernberg, desde que nacemos nos orientamos hacia los demás movidos por nuestros afectos, positivos y negativos. Los primeros años se vive esta experiencia por separado pero la capacidad cognitiva va creando la idea de que yo soy lo mismo contento y triste. Cuando en ese proceso normal de unión interfiere un exceso de frustración o agresión, deja esa escisión permanente entre experiencias positivas y negativas impidiendo integrar el concepto de sí mismo y el de los demás dificultando por tanto nuestras relaciones con nosotros y con el mundo.

Entre las causas más facilitadoras de desarrollar una personalidad dañada se encuentran: unas pautas de crianza sin límites o inconsistentes, abandono emocional y haber sufrido abusos sexuales.

Aprender a integrar tanto las circunstancias de nuestro desarrollo como nuestras experiencias diarias desde la aceptación y el deseo de mejora, nos permitirá fluir de un modo mucho más satisfactorio.

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